¿Impúblico o concentrado?
Obliga la ley. ¿Público, privado o concertado? Pero tenemos donde elegir… lástima que él sea tan pequeño que ni escuchar su opinión podamos.
¿Ustedes qué opinan?
“Los colegios públicos, ya se sabe, presumen de tener muy buenos profesores, mucha pedagogía pero… un nivel de pena. Impúblicos deberían llamarse, porque lo que es la decencia, ¿cuándo la enseñan? Para colmo, dejan entrar a mucho morito y gitanillo, que no veas cómo frenan la clase.”
Señora, disculpe. Con todo el respeto no me refería a usted, que hace tantos años que dejó el colegio…
“Los privados, se lo digo yo, cuestan mucho pero valen más. ¿O se cree que le van a hacer pagar más por nada? Allí es donde van los mejores niños. Sí, hombre, donde encontrará familias de buena clase, las que parten el bacalao. ¿Se va a poner a regatear a costa del futuro de su hijo? Así después salen como salen, quemando gente y contestándola a una, atropellándola por la calle…”
Por favor, se lo ruego mujer. No es que no me interese su opinión, pero es que ahora está demasiado crispada, con tanta noticia trágica como sale en los periódicos. Además, la verdad, me gustaría escucharles a ellos, a los propios niños que van a la escuela.
“¿Ellos? ¿Qué van a saber ellos, que ni saben coger el tenedor? Oigame, que yo he criado a cinco y sé lo que me digo. Uno de ellos, antes de arrejuntarse con otra y perderse estaba como usted, que no sabía que hacer, y metió a su niña en uno de esos “concentrados”. ¡Qué impertinente y descarada se ha vuelto la pobre! ¿Que qué son los “concentrados”?, pues nada, un invento que no es ni chicha ni limoná, una especie de “centro” para esos pobres diablillos, como lo que hacen muchos políticos… ¡qué manía con el centro! ¡Lo que hace falta es más disciplina! ¡y recuperar los valores!"¿Valores? Esa palabra parece interesante. Me recuerda a lo que nos dijo la directora de una guardería que visitamos para llevar a nuestro hijo. “Aquí les educamos con mucho cariño, pero nos aseguramos de que cada día hagan algo: un dibujito, una manualidad, lo que sea, pero ¡algo!”. Por un momento me pareció estar escuchando a mi jefe: “No seas zoquete, no puede ser que tu trabajo no rinda, no se vea, tienes que preparar más informes, más presentaciones, más “demos”… visibilidad, chico, visibilidad. Ésa es la clave.”
La gentil Sheba me deja un par de austeros comentarios con apenas un par de nuevos términos: “Summerhill” y “Walden Dos” de un tal Skinner. Hum… voy a tener que leer.
El primero parece haber sido un pionero de lo que llaman educación antiautoritaria. Suena radical, casi ilegal. Busco a alguno de sus defensores y también algún detractor…
Hay quien me advierte sobre su enfoque dirigido a niños conflictivos, aquellos expulsados de los canales más tradicionales de la sociedad. ¿Una teoría bienintencionada para “salvar” a los nuevos salvajes de nuestro tiempo? Mejor que los experimentos con gaseosa… ¿He dicho de nuestro tiempo? Descubro asombrado que parece que esta gente lleva ya más de medio siglo de trayectoria…
Sigo tirando del hilo y localizo información sobre un colectivo de padres ¡que no llevan a sus hijos al colegio! ¿no es eso ilegal?
¡Horror! ¿Dónde me estoy metiendo? ¿Juntar a mi adorado niño con vándalos, delincuentes, descastados, gente marginal, colocarlo al borde del precipicio? Mejor lo dejo quietecito con los normales…
Normales… botellón, bulling, televisión o tal vez playstation…
Clarísimo. Privado, mejor privado. Al menos se emborrachará y quemará papeleras con futuros banqueros, políticos y abogados de élite. Quizás los necesite el día de mañana. Para el arte ya lo arrastraré por cualquier museo algún que otro fin de semana…